[Día 1][Sagrado Corazón] Susurros (Obispo)

Tal y como le hubo anunciado momentos antes al finalizar el ritual, la misteriosa Cristina descendió al interior del templo para esperar en sumo silencio y paciencia la llegada del Obispo. Precisaba hablar con él cuanto antes le fuera posible, y aunque esa misma noche ya habían coincidido más de una vez, necesitaba asegurarse y comentarle ciertos aspectos de aquel ritual que no habían terminado de infundirle seguridad. Contraria a la devoción y el respeto que sentía por Iliarte, tenía dentro de sí un sentimiento de desconfianza y mala espina hacia el nuevo ductus de su manada. No le gustaba su mirada, sus palabras, su forma de dirigirse al resto de los cainitas e incluso al mismísimo Obispo, tampoco le caían en gracia sus acciones. Deseaba conocer más de él, poder investigar y estar segura de que aquello no resultaría peligroso para el Sabbat, que no se trataba de un secreto plan o una vil traición hacia La Espada de Caín.

Así pues, dejando que su pequeña boa jugase a enredarse a su alrededor, tomó asiento en uno de los bancos interiores del templo expiatorio para sumirse en una profunda serenidad y esperar la llegada de su señor, aquel a quien protegería hasta el límite del mismísimo límite.

Todos los observadores el ritual se habia retirado, pero Cristina se quedo atras, como le hizo saber al obispo al final del ritual, ella nesesitaba hablar con el a solas.
El obispo camino a paso tranquilo hacia la cainita, no parecia molesto ni feliz por el resultado de la monomacia, tenia una perfecta mascara de tranquilidad.
- Digame, ¿Que deseabais hablar conmigo?

Cristina volvió la cabeza hacia el lugar del que provenía la suave voz del Obispo, al darse cuenta de su presencia, se levantó de su asiento para arrodillarse ante él y mostrarle aquella devoción común en ella al tratarse de sus superiores.

-Mi señor- pronunció susurrante, Iliarte sabía bíen que Cristina gustaría de besarle la mano con respeto si él así lo deseaba.

Horas antes habían tenido un agradable primer encuentro, una pequeña charla que había bastado para simpatizar entre ambos, pero en aquel momento la situación era distinta.

-Excelencia, lamento si mi petición os ha resultado inoportuna, pero deseaba con ansias comunicaros el sentimiento de inseguridad que experimento en presencia de proclamado nuevo Ductus de la manada a la que pertenezco. Quisiera saber algo más de él, no me gusta su mirada, tampoco sus actos, algo me dice que no podemos confiar en él, y me aterra que el Sabbat pueda estar en peligro a causa de individuos como él. Mi señor, deseo protegeros a vos y a la secta ante todo...-.

El obispo mantuvo una mirada tranquila sobre la chica, no parecio sorprenderse por sus actos y tampoco molestarse con sus palabras.
- La verdad es que es un elemento peligroso, pero sin duda un fuerte guerrero. Al parecer aquel joven es un Lealista, elementos sin duda peligrosos para la unidad de nuestra secta, pero no potenciales traidores. De todas formas, no creo que sea mala idea mantenerle vigilado de cerca, en especial, desde dentro de la misma manada...¿Estarias tu dispuesta a hacer esa mision por mi?

-Estaría dispuesta a eso y mucho más, excelencia, podéis contar conmigo. ¿Os parece bien si cada noche os informo de las nuevas que lleguen a mis ojos y oídos sobre dicho individuo? Os mantendré al tanto de todo lo que ocurra en la manada, de los planes que nuestro Ductus pretenda llevar a cabo, de todo aquello que vos deseéis- era una buena miembro de la secta, leal, fiel ante todo y más que una simple servidora.

- Debemos darte entonces un puesto de peso, para que puedas tener cierto control sobre las acciones de vuestro ductus...- dice el obispo y una torcida media sonrisa aparece en sus labios - ¿Os gustaria ser la nueva sacerdote de la manada?

Cristina abrió los ojos color aguamarina con cierta sorpresa por las palabras del Obispo, no se esperaba algo así, un nombramiento de tal posición. ¿Realmente se lo merecía? No quería defraudar a su señor.

-Mi ilustre Obispo... Realmente no sé si soy merecedora de ese honorable puesto. Aún así, de serme concedido, prometo llevar a cabo todas sus obligaciones con la mayor precisión, corrección y rectitud posible. Me esforzaré en cumplir todas aquellas misiones que me sean encomendadas, sólo quiero el bien de la manada a la que pertenezco, el vuestro y el de todo el Sabbat-.

CPm una torcida sonrisa en los labios, el Obispo se dirigió a la cainita que tenia en frente.
- Me parece haber escuchado que mañana realizaran un Esbat, pus anunciale tu misma de tu nuevo cargo - dice algo un gaje de maldad en la voz

Cristina no pudo sino corresponder la sonrisa de su Obispo, complacida por sus palabras y honrada de poder ejercer tal cargo dentro de su manada. Le debía mucho a Iliarte, pues había sido su guía y camino desde su llegada a Barcelona aquella misma noche.

-Así será, mi señor. No os defraudaré- seguidamente, besó su mano a modo de agradecimiento y muestra de total fidelidad y lealtad.