[21:30][Cuervo Digital] El trabajo de tus sueños (Abierto)

El propietario de El Cuervo Digital había hecho correr el rumor por toda la ciudad de que buscaba gente para aumentar su plantilla. Lo había publicado en diversos medios, como prensa y webs de empleo. Las condiciones se ofrecían inmejorables. Se solicitaba a los candidatos interesados que acudieran a partir de las 21-30 al Cuervo, el día de hoy.

Aunque aún era demasiado pronto, y estaba cerrado al público, había dos gorilas inmensos en la puerta, que parecía cerrada. Los luminosos estaban apagados, y la luminiscencia del interior se veía por el resquicio bajo ella.

Daniel aparcó su vetusta furgoneta convenientemente lejos. Si su intuición no le engañaba, el local sería de los de tener que pagar por mirar la fachada, y probablemente no compartirían su idea de que un vehículo a motor debía ser eso, vehículo, motor, y algo de chapa por encima. Cosas del estatus.

Se acercó a la puerta mientras sacaba del bolsillo trasero del vaquero el anuncio escrupulosamente doblado. No pudo evitar preguntarse si los vampiros de las películas tenían que convencer a los chinos del ultramarinos del barrio de que le imprimieran un anuncio sacado de internet.

Con ojo profesional, evaluó las posibilidades de las dos montañas de carne que flanqueaban el acceso al local. Grandes, fuertes, gordas y probablemente lentas montañas de músculos. No hubieran sido un problema hace 20 años. Ahora... con sus nuevas "capacidades"... Pero bueno, al fin y al cabo iba a pedir trabajo.

Se imaginó a sí mismo vendiéndoles unas corbatas (que por el contorno de su cuello calculó que deberían ser del largo de una manguera de bomberos) y exhibió su mejor sonrisa.

"Hola!", carraspeó, más como un gesto dramático, para ponerse en situación, que porque le hiciera falta, "vengo por el anuncio". Intentó decir la frase sin sentirse estúpido. No funcionó.

Los tipos se echaron a un lado, y uno de ellos abrió la puerta. Uno tan grueso como malencarado, vestido de traje con un pinganillo que le colgaba de la oreja. El pelo rapado y la piel oscura.

- Espera aquí

Su compañero dió el aviso, y un rato después, la puerta se movió desde el interior. Y apareció el rostro de un hombre de expresión bonachona, muchas entradas y los cuarenta avanzados.

- Go - dijo, señalando a Daniel y abriendo la puerta para que le siguiera

Daniel mantuvo la amplia sonrisa. Se sentía como un vendedor de coches usados. "Más vale que te relajes, muchacho", se dijo, "nadie espera de ti un discurso, sino repartir estopa, y en eso eres muy bueno".

Esperando que eso de "go" significara que tenía que seguirle y no que iban a echar una partida de algo raro, Daniel entró.

Pero no pudo reprimirse. Se giró y, ampliando todavía más la sonrisa, dijo a los gorilas: "me he sentido muy querido, muchachos, gracias".

Hubiera preferido un felpudo que pusiera BIENVENIDO.

OFF.- Daniel activa instintivamente su PERCEPCIÓN + ALERTA y/o PERCEPCIÓN+INVESTIGACIÓN cada vez que entra en un lugar desconocido o peligroso ¿lo tiro yo o no es necesario? -pregunta novata - Busca cualquier cosa, manchas de sangre más o menos recientes, restos de drogas en una barra, un taburete roto en una esquina, cámaras, sistema de alarma... En ese sentido, uno de PERCEPCIÓN + SEGURIDAD estaría bien, si va analizando el sistema de seguridad mientras avanza, puede anotarse un tanto cuando tenga la entrevista de trabajo.

Off: Por mi parte no es necesario, a simple vista ves algunas cámaras y alarmas. Nada fuera de lo común, al menos, de un primer vistazo.

El sonido de la puerta cerrándose fue lo único que escuchó, lo siguiente fue la oscuridad de un pasillo, más corto de lo que parecía por la negrura. Al final, marcando una puerta, una luz de emergencia, y de nuevo la claridad.

El hombre condujo en silencio al candidato hasta una de las salas. En ella había camareras y gente limpiando. El aire era espeso, mezclándose el olor a tabaco de la noche anterior con el de los productos de limpieza.

Se detuvo a los pies de una escalera metálica, con un par de postes dorados de los que colgaba, de lado a lado un grueso cordón de terciopelo rojo. Señaló hacia arriba, al final de la escalera que conducía a la zona VIP. Tras aquello se marchó, dejándolo allí plantado.

Daniel miró a su alrededor. No era un experto en decoración pero le pareció un local "de nivel". Se alegró de haber escogido ropa con clase... o al menos lo que él entendía por clase, claro. Recordaba haber visto en películas que muchos "gorilas" llevaban americana y suéter de cuello alto. Y había intentado acercarse lo más posible a esa idea. Palpó la funda de las gafas de sol en el bolsillo de la americana (por si los Ojos de la Bestia), intentó acicalarse aprovechando el curvo reflejo de los postes dorados y trató de parecer relajado y seguro de sí mismo.

Pensando que prefería vérselas con los gorilas de la puerta, comenzó a subir las escaleras.

Imaginó que el propietario sería algún chaval de buena familia, que había decidido unir diversión y negocio. No parecía uno de esos locales recargados y ostentosos que alguna vez había visitado en su alocada juventud. Sonrió al recordarlo. No. Desde luego no esperaba encontrarse un tipo gordo, cargado de oro, con camisa hawaiiana y manchas de pizza en el cuello de la camisa.

De hecho... en la barandilla de la escalera le pareció distinguir una pequeña mancha roja, apenas imperceptible. "Vaya, al final sí que habrá salsa de tomate en esto"

Off.- PERCEPCIÓN+INVESTIGACIÓN = 6, si no lo digo reviento

On.- Repasando mentalmente lo que podría presentar como "currículum", llegó a la parte superior.

Al final de las escaleras comenzaba la zona VIP. Todo diseño y glamour. Espejos, sillones de cuero, mesas bajas transparentes, todo de cristal. Pero lo que había sentado en uno de los sillones de ese lugar, era una chica.

De melena oscura, tez pálida y vestida con unos jeans ajustados, tanto que solo deberían ser elásticos y una camiseta oscura con el logo del Cuervo en blanco. Trabajaba en un portátil, el pelo aún húmedo se le pegaba a la cara.

Alzó la vista, para mirar a quien se aproximaba. Los pies se desplazaron deprisa hacia el suelo, abandonando la mesita. Se quitó el portátil del regazo y lo depositó sobre el cristal de la mesa.

- Hola, me han dicho que vienes por el anuncio - dijo, levantándose y caminando hacia Daniel, pasando entre las chicas que estaban limpiando el suelo y un sillón que parecían ya limpios. - Soy Tunguska.

-Sí. Me llamo Daniel. Daniel Bernal.

La chica era un bombón, y lo sabía. Sin embargo, había algo en ella que le resultaba poderosamente familiar. Esa tez pálida, sus movimientos felinos... Desechó la idea rápidamente y trató de centrarse.

Miró a su alrededor y vio a las camareras afanándose en limpiar. Le sorprendió un poco que lo hicieran tan tarde. Y que en un local tan grande fueran las mismas camareras las que lo hicieran. Mejor, menos personal y horarios que tener controlados.

Volvió a nirar a... ¿Tunguska? Extraño nombre. Tal vez fuera rusa, o algo así. En cuanto posó los ojos en ella, volvió la extraña sensación de familiaridad.

- Estoy en un par de listas de correo y me ha llegado el anuncio pidiendo personal. Creo que podría encajar como controlador de acceso, o incluso encargado de la Seguridad ¿Podría hablar con el propietario?

De repente, una idea se cruzó en su mente, como un relámpago. Maldijo su educación de extrarradio, la clases en la escuela católica y diferenciada, los gimnasios masculinos en los que se había pasado media vida y la madre que los parió a todos.

- O... Propietaria...

Si pudiera, se hubiera puesto rojo como un tomate.

-Por cierto, bonito nombre- trató de sonreir- ¿es ruso?

Off.- He cambiado a amarillo porque se usa un poco menos en el foro. Sobre todo pensando en Esteban.

- Encantada, Daniel, ¿puedo tutearte? - dijo, con amabilidad. - Por favor, toma asiento.

Se giró, señalando uno de los sofás. Había un par de sillones de cuero negro. Cómodos, junto a unos taburetes cuadrados, del mismo material. La mesa era totalmente de cristal y sobre ella, había un portátil, y una cajita de madera labrada con puros.

- Chicas, podéis dejarlo, creo que está más que limpio - se dirigió a las chicas que estaban dejando más que reluciente el lugar.

Esperó a que las mujeres se hubiero marchado, y no hizo falta demasiado, ya que se quitaron de enmedio de inmediato. Algo le dijo a Daniel, que de haber podido se hubieran teleportado.

Se sentó, con elegancia y soltura. Tomó algo que parecía un cuaderno encuadernado en piel, junto a un bolígrafo BIC. En cuanto le hubo quitado el capuchón centró su mirada en Daniel.

- Bien. ¿Has traído un currículum o referencias? ¿Qué experiencia tienes con el puesto de seguridad?

Daniel se declaró oficialmente impresionado. Había obviado su torpeza con soltura y desde luego tenía autoridad. No había más que ver cómo se habían esfumado las camareras. Le recordó a algunos de los truquitos de velocidad que había visto practicar a los vampiros más experimentados en las montañas.

Antes de sentarse, sacó un papel doblado del bolsillo de la chaqueta. Lo desplegó sobre la mesa de cristal, con cuidado para no tocar el portátil, pero tapando inevitablemente la caja de puros. No pudo evitar alisarlo con cariño. Era un viejo cartel en el que anunciaban su combate por el título catalán de los pesos pesados amateur. Parecía desgastado y algo descolorido, pero la fecha de celebración del combate resultaba convenientemente ilegible. Su cara era perfectamente reconocible, había sido retratado con la habitual pose en guardia y desafiante de los boxeadores. Al ser de medio cuerpo, los músculos de su torso aparecían definidos y brillantes (los fotógrafos tenían sus truquitos para esas cosas) y obviamente, no había envejecido mucho, porque Diana le había abrazado pocos años después.

- Currículum formal no tengo. Eso creo que resuelve el tema de mi capacidad para controlar los problemas... físicos. En cuanto a la seguridad, había pensado en que me pusiera a prueba de alguna manera. No he sido contratado de manera formal, pero he hecho algún trabajo como guardaespaldas ocasional y... bueno... digamos que sé bastante de sistemas de alarma y antirrobo. Tal vez pudiera ponerme usted a prueba de alguna manera...

Off.- De nuevo, dejo el usar los dados a tu discreción. Tal vez baste con el potencial para que te hagas una idea de la capacidad de Daniel: PERCEPCION + SEGURIDAD 5, PERCEPCIÓN + INVESTIGACIÓN 6.

Se sentó y observó detenidamente a Tunguska. Una vez pasado el primer trago, se sentía más tranquilo. Había algo en aquella chica que le hacía sentirse extrañamente cómodo. La familiaridad volvió con fuerza. De repente, tragó saliva. Ya sabía a quien le recordaba aquella joven... "¡Dios, es como Diana y las otras gangrel!", pensó, "no de aspecto, desde luego... pero su porte, su seguridad, sus movimientos, hasta su palidez... "

Off.- Me he permitido una pequeña licencia con el reconocimiento, si crees que me adelanto demasiado, dímelo y lhago una tirada o lo edito.

Se inclinó hacia delante, extendió un brazo, sujetando con la otra mano la agenda de piel en su regazo. La mano delgada y fina cogió el cartel con delicadeza. Con el papel en la mano se echó hacia atrás, mirándolo. Cruzó las piernas, con elegancia.

- Así que eres boxeador. - dijo, estudiando la foto. Levantó la vista de improviso, y lo miró con seriedad, analizándolo. - Se te ve un poco más pálido que en la foto. ¿Qué tal estás de salud? ¿Por qué te has retirado?

La mirada se había vuelto suspicaz.

Dentro de la mente de Tunguska no había ningún tipo de reconocimiento hacia otro miembro de su clan. Su máxima preocupación ahora mismo era averiguar si el segurata estuviese enfermo o le diese a las drogas.

- ¿Para quién has trabajado y qué funciones has desempeñado?

Daniel intentó poner sus ideas en orden. Nunca se había planteado cómo reconocer a otro vampiro. Solo se había relacionado con los pirenaicos y no se puede decir que le ocultaran mucho su condición. De hecho, algunos ni siquiera podrían pasar por humanos a no ser que llevaran tanta ropa encima que ni siquiera pudiera distinguirse su silueta.

- Estoy perfectamente. Puedo pasar cualquier prueba física con nota, te lo aseguro. Dejé el boxeo porque nunca di el salto a la profesionalidad y no se puede vivir de un deporte como ése, sobre todo como amateur. He sido guardaespaldas de... algunos empresarios -de repente se le ocurrió una idea- De hecho, mi último trabajo fue para un conocido andorrano. Estuve con él estos últimos cinco años. A lo mejor te suena. Se llama Rufus.

Daniel miró a los ojos a Tunguska. Diana le había contado que Rufus era una especie de leyenda entre los vampiros a ambos lados de los Pirineos y uno de los gangrel activos más antiguos del mundo. El propio Rufus le dijo que se acordaba de la ocupación romana de la península. Él entonces no se lo acabó de creer pero ahora... digamos que ya no daba nada por sentado.

Había lanzado su órdago. Diana le había advertido que se cuidara de otros vampiros, incluso de otros gangrel, pero llevaba demasiado tiempo sin poder confiarse a otro.

Le mantuvo la mirada, que no varió en absoluto, pero intentó disimular la mirada animal que lo estaba casi desguazando por piezas. Sonrió, y desvió los ojos de nuevo al cartel.

- Mmmm- musitó -Rufus, ¿es extranjero? - dijo, mostrándose extrañada - ¿A qué se dedica su empresa? ¿Es también un empresario de la noche?

Ella no había tenido apenas relación con otros Gangrel de la península, aunque sí de fuera. Había pasado bastante tiempo en Estados Unidos.

Parpadeó, un par de veces. Se tomó su tiempo en recuperar su disfraz, y alzó la vista de nuevo. Sonreía de forma afable, con ese punto de profesionalidad que marcaba las distancias entre entrevistador y entrevistado.

- Verás, me interesa saber en qué momentos difíciles te has encontrado durante esos cinco años con Rufus, y cómo resolviste esa situación. También la más difícil de todas a las que te has enfrentado y como.

Daniel notó la turbación de Tunguska, pero no supo a qué atribuirla. Es posible que le estuviera mintiendo. También podía ser que no conociera a Rufus, incluso siendo gangrel. No sabía mucho sobre otros vampiros, y si él desconocía tanto, otros podían estar en su misma situación. También podía pasar que todo hubiera sido invención suya, que estuviera en una entrevista de trabajo y que se estuviera comportando como un imbécil.

Pero se estaba divirtiendo.

Es más, el trabajo para él se había convertido en algo secundario. Esa sala era un ring dialéctico, y él tenía que hacer lo que sabía, fintar, pegar y bailar a su alrededor. Si era un vampiro, era una contrincante de primer orden. Y si no... qué importaba? No necesitaba el trabajo para vivir. Era un vampiro!

Pero había algo más. Algo primario, bestial, que empezaba a agitarse en su interior. Podía ser la emoción de la caza, podía ser el olor de la chica, su indudable atractivo... pero le empujaba a continuar.

Intentó recordar algo de su periodo con Rufus que sirviera y pudiera contar sin que le tomaran por loco. No lo había. La mayor parte del tiempo la había pasado sometido al duro entrenamiento de Diana y patrullando con el resto de la banda de Rufus. Pero... había algo... intentó narrarlo mintiendo lo menos posible, según avanzaba en su narración iba excitándose más, le parecía estar allí, amagaba golpes y movía el cuerpo esquivando golpes imaginarios.

- Rufus es... difícil de describir. Creo que está allí desde hace mucho tiempo, pero no sé dónde nació. Tiene varios negocios. Entre ellos el administrar... propiedades forestales. Aparte de mí tenía a otros contratados, para disuadir a los furtivos, denunciar contrabandistas o su propia protección personal. Una vez recuerdo que tuvimos noticia de que se habían colado un par de ladrones en la propiedad de Rufus. Fuimos para allá y decidimos separarnos para peinar la mayor cantidad de territorio posible. Casi por casualidad, descubrí a uno bebiendo de un arroyo. Estaba distraído y puedo ser muy... silencioso si me lo propongo. Le cacé por sorpresa, era inexperto y pude con él sin problemas. Ni siquiera me vio venir. Supongo que también tuve suerte,pero todo cuenta ¿no? Sin embargo, cuando acabé con él escuché un gruñido a mi espalda. Un compañero suyo salió del bosque y se me tiró encima. Era... ENORME, feroz y rápido. Por suerte, me di cuenta de que no podía vencerle con fuerza bruta e intenté detener y esquivar sus golpes. No te puedes ni imaginar lo que era ese tipo. Logré contenerlo durante un par de minutos pero logró conectarme un golpe en el costado.- Daniel se estremeció- afortunadamente, le aguanté lo suficiente para que llegara el resto de mi grupo y me ayudaran a... reducirlo - terminó, abruptamente.

Tras la pausa, miró de nuevo a Tunguska.

- Lo más curioso es que pertenecían a una especie de banda con un nombre muy curioso. Un nombre francés... Decían llamarse "les garou". Es español creo que se traduce como... Los lupinos.

Si era un vampiro, acababa de lanzarle a Tunguska un directo a la mandíbula.

Escuchó con atención el comienzo de una historia tan confusa. Comenzó a pensar que ese tal Rufus se dedicaba a la especulación con terrenos rurales, cuando la historia se comenzó a poner familiar. Alzó la ceja, sonriente. Con cierta cara de incredulidad, solo conocía a un Vástago que hubiese sido verdaderamente capaz de encargarse de la versión más oscura de los lupinos y salir más que victorioso.

Aquellos recuerdos le hicieron fruncir el ceño y mostrarse seria, distante.

- Así que - dijo, echándose hacia delante y devolviendo el cartel a la mesa. - Tienes experiencia con peluches.- la mano acarició la caja de los puros y no tardó en abrirla. Los dedos escogieron uno de los puritos y se lo llevó a la boca. - Sírvete - dijo, empujando la caja hacia Daniel.

De nuevo, se echó hacia atrás, erguida en su sillón, pero en una postura más cómoda. Dejó caer la agenda a un lado del sofá. Ya no sonreía, ni se molestaba en parecer amable y simpática. Lo miraba como un animal mira a otro de su especie, calibrándolo y estudiándolo.

- No hay muchos que puedan jactarse de haber matado a un peluche. ¿Plata? ¿Garras? - cerró los ojos, y encendió el mechero. Poco después hubo el humo intenso y aromático del tabaco inundando la estancia - Bien. ¿Por qué no me cuentas tu historia? Sin maquillar, creo que ya no hace falta.

Daniel sonrió. Negó con la cabeza cuando Tunguska le ofreció el puro. Fumar no formaba parte de sus vicios, ni siquiera en su etapa más... oscura. Y ahora desde luego no disfrutaba encendiendo una llama, por pequeña que fuera, a un palmo de su nariz. Si esa chica lo hacía... Cada vez le gustaba más, y la respetaba.

-No te mentiré. Lo maté, pero tuve mucha suerte. El que estaba bebiendo en el arroyo era muy joven, casi un cachorro, y lo pillé en su forma de lobo. Le vi cambiar y le cacé con mis garras. Ya te he dicho que puedo ser muy silencioso si me lo propongo. Algo que aprendí en mi juventud. El otro... peluche... fue otro cantar. El zarpazo que me dio... todavía me duele cuando me río.

Volvió a sonreír, hacía tiempo que no hablaba con tanta libertad.

- Sé esquivar y bloquear bien, pero hubiera acabado conmigo enseguida si no hubieran aparecido mi sire y unos cuantos compañeros más. Entre todos pudieron con él. Luego recogieron lo que quedaba de mí. Incluso siendo un vampiro la recuperación fue un puñetero infierno. Ya ves... maté un cachorro a traición y esquivé las garras de un lupino adulto un par de asaltos. Ése es mi mérito.

Ahora era sincero. Realmente no pensaba haber hecho nada del otro mundo, aunque Diana le había tratado con más respeto a partir de ese momento. Miró a Tunguska. Vio que no bajaba la guardia y decidió hacer lo mismo. Todavía era bastante novato en su contacto con otros vampiros y no quería aprender más cosas por las malas.

-¿Gangrel?

- Ese es mi clan. Sí. - dijo, asintiéndo con la cabeza -Y el tuyo, según parece. A no ser que te hayan enseñado el arte del cambio de forma.

El puro se mantuvo en los labios y continuó tan seria y distante como antes. Se acarició el mentón con un par de dedos largos y de apareciencia delicada. Parecía estar sopesándolo.

- Ese mérito que has descrito es suficiente para que te consideres contratado desde este mismo instante. Peeeero.... - se detuvo. - Quiero saber si eres Camarilla, Sabbat o vas por libre.

Durante unos instantes, la mirada dura y bestial estuvo totalmente fija en los ojos de Daniel, pero entonces se levantó. De improviso, con una rapidez y una gracia extraordinarias, dirigiéndose hacia la barandilla. Allí se apoyó en ella, inclinó el cuerpo

- ¡Niña! ¡Niña! - llamó la atención de una de las camareras - Tráeme algo para beber, para mí y mi amigo. Y no tardes...

Tras aquello se dió la vuelta, apoyó los codos en la barandilla, y se quedó mirando con una sonrisa burlona al boxeador. La pierna se dobló y el pie quedó apoyado en una de las barras de metal cromado, que corrían paralelas bajo la baranda.

- ¿No piensas contarme tu vida, "hermano"? - dijo, con sorna - Si vas a currar para mí, tengo interés en quién coño eres y quién coño es ese tal Rufus.

Daniel no pudo evitar apreciar la espléndida anatomía de Tunguska cuando se apoyó sobre la barandilla, dándole la espalda. Apartó la idea de su mente y trató de concentrarse. Sonrió ante la invitación a una copa, era la primera que podía aceptar realmente en mucho tiempo.

- Esto se está convirtiendo en una narración en un solo sentido -rió- A mí también me gustaría saber algo de la... persona para la que voy a trabajar, aunque, te aseguro que entiendo que alguien como nosotros tenga reservas a la hora de contar su pasado -añadió, cómplice.

Permaneció un segundo callado, ordenando sus ideas. No quería desvelar demasiado, ni sobre él, ni sobre aquellos que, para bien o para mal, le habían acogido y convertido en lo que era ahora.

- De todas formas, sí, soy un... gangrel, también -todavía le resultaba extraño hablar en términos de clanes, y grupos vampíricos- Y no pertenezco a ningún grupo, más allá de mis relaciones con los andorranos. Y que yo sepa, Rufus y su gente no sirven a nadie, van por libre... "hermana". No sé mucho sobre él, y dudo que nadie lo sepa. Salvo que es muy poderoso... Me contaron una vez que él podía ser el bosque, aunque me maten si sé lo que eso significa. Y que... caza lupinos si es necesario. Y que allá arriba cuenta con un pequeño ejército. Poco más puedo contar sobre él, y te pediré que no me preguntes. Por lo que sé, muchos vampiros de la península ibérica saben de la existencia de Rufus, aunque se haya convertido casi en una leyenda. En cuanto a mi... fui un chico que creció en un barrio difícil, que se salvó de meterse en líos gracias al boxeo, sobre todo al hecho de que al pelear en la calle no necesitaba usar armas. No es lo mismo derribar a alguien de un puñetazo que perforarle las entrañas de un navajazo. ¡Y mírame ahora, con la capacidad de sacar navajas de mis dedos!

Daniel extendió los brazos y se miró el dorso de las manos, encallecidas y con los nudillos rocosos. Suspiró y volvió a bajarlos.

- En una excursión sufrí un accidente de montaña. Tuve suerte y mi sire, Diana, rescató mis despojos y me convirtió en lo que soy... en lo que somos. Desde entonces permanecí con ella y los suyos hasta que volví a Barcelona. Sé que antes o después volveré a los Pirineos. Creo que me entenderás si te digo que hay algo allí que me llama, algo muy primario. Pero estoy intentando retrasar el momento, porque sé que cuando regrese a la montaña, al bosque... no habrá vuelta atrás.

Daniel se recostó en el sillón. Había hablado con la mirada perdida, como recitando. Ahora miraba directamente a Tunguska.

- Y todo eso, toda mi vida, me ha llevado hasta aquí. A pedirle a una chica que bebe sangre como si fuera vino que me deje ser uno de los gorilas de su discoteca. No puedo evitar pensar que la situación tiene gracia. Pero quiero ver a dónde nos lleva esto.

Se incorporó un poco, entrelazando las manos, musculosas y firmes, casi en posición de rezo.

- Pero antes de hablar de las posibles formas de pago y servicios que pueda... aportar y recibir, quiero que tengas clara una cosa. No soy un asesino a sueldo. He matado con anterioridad, y puedo volver a hacerlo, pero eso no significa que quiera. Te protegeré a ti, y a este local, arriesgando mi vida si es necesario, puedes estar seguro, pero no asesinaré a nadie a sangre fría, humano, vampiro o cualquier otra cosa... al menos si puedo evitarlo. Te digo esto porque me han advertido de cómo funciona la "sociedad de los Vástagos", y no quiero formar parte de la guerra de otros, si puedo evitarlo. Por lo demás... cuentas con mi simpatía.

Se recostó y volvió a sonreír.

- Y ahora, si quieres contarme algo de ti, agradeceré la confianza, y si no... podemos pasar a hablar de trabajo.

Se encogió de hombros, con el purito en la boca dió una calada profunda. Echó la cabeza hacia atrás, dejando caer la melena al vacío, sobre su espalda. Solo entonces separó los labios para dejar escapar el humo.

- Voy a darte un consejo. Este consejo es fruto de toda mi experiencia en la sociedad de los Vástagos, más allá de las tierras que amamos y nos llaman. - dijo, con voz distante, aunque firme - Voy a dártelo porque tus palabras me muestran que no hace mucho que saliste de las montañas. Mi consejo es el siguiente. No aceptes este trabajo. Huye. Regresa a los Pirineos, con los tuyos. Los Vástagos de las ciudades se aprovecharan de tu ignoracia. Ansiaran los secretos que solo la sangre Gangrel guarda y no pararan hasta conseguirlos.

Aún seguía mirando al techo, pero la mano colgaba a un lado, inerte. La punta incandescente había avanzado y un gran tramo de ceniza, aún demasiado consistente, se negaba a caer.

-Los habrá con buenas palabras y sutiles engaños, los habrá que te trataran de animal y bestia de carga, pero todos querrán que pelees y mueras por ellos. Si no te sitúas en una de las facciones existentes te convertirás en un paria y todos te tratarán como si no tuvieses derecho a existir.

De improviso se movió. Con movimientos ágiles y se desplazó hasta el sofá. Se situó de espaldas al cuero negro y se dejó caer en él con una gran pesadez. El cuero chirrió. El sofá emitió un leve sonido que parecía una protesta casi muda, por haberse dejado caer sobre el de aquella forma.

Los brazos quedaron colgando de los laterales del sofá. Suspendidos sobre el vacío. La ceniza del puro se había desprendido y sus motas de un gris oscuro, sobrevolaban su rostro. Uno que miraba con seriedad, tranquilidad pero sin perder su salvajismo. Los mismos ojos que vería en un animal de un zoológico.

- No confíes en el Sabbat. No confíes en la Camarilla. No confíes en otro Vástago. Ni siquiera en mí, que débil y corrompida pago la pena de no poder volver a casa. Huye antes de que te atrapen. Sé libre y feliz.

Daniel meditó sobre las palabras de Tunguska. Permaneció callado durante unos segundos. Por fin suspiró y sonrió débilmente.

- Huir... Me he pasado la vida huyendo. Huyendo de mi barrio, de la Policía, de los camellos y, sobre todo, de mi mismo. No has descrito nada de los Vástagos que no haya encontrado en los humanos. Muchos de mis mejores amigos murieron hace años con una jeringuilla clavada en el brazo porque algún camello de poca monta quería ganar algo de calderilla adulterando todavía más la porquería que se metían en las venas. Mi padre se destrozó el hígado y se dejó ir en silencio ante el televisor. Mi madre fue enterrada creyendo que yo había muerto. No me subestimes, Tunguska, me han pagado por destrozarle los miembros a alguien del que no sabía nada...

Miró a Tunguska fijamente a los ojos.

- Y lo he hecho. No hace falta ser un vampiro para ser un monstruo. Y he conocido muy pocas personas que no quisieran matarme, esclavizarme o utilizarme. Y no eran vampiros. No les hacía falta.

Daniel se recostó y cruzó las piernas. Miró hacia un punto indeterminado.

- Además... hay muchas cosas que no te he contado de los Pirineos. No hay nada más alejado de un Paraíso que aquello. No recuerdo una sola noche allí que no estuviera presidida por el dolor y el esfuerzo. Allá sí que cazas para comer. Literalmente. Los humanos no abundan - por un momento, la expresión de Daniel se volvió casi tan bestial como la de Tunguska-. Y hay... otras cosas. Los lupinos tan solo son una de las muchas criaturas que se esconden en los bosques. Hay... otras cosas. No he venido aquí de vacaciones. He venido a prepararme para sobrevivir allí.

Se relajó un poco y volvió a sonreír.

- Eso nos lleva de nuevo al trabajo y a la forma de pago. No me interesa demasiado el dinero. Tengo algunos ahorros y, evidentemente, no muchos gastos. Quiero aprender. Quiero entrenamiento. Quiero saber más sobre los vástagos y sobre lo que soy. Y quiero que tú me ayudes. Seguro que hay cosas que me puedes enseñar... y no me refiero a lo obvio - Daniel le guiñó un ojo, volviendo a su pose de matón de barrio- A cambio te ofrezco mis humildes servicios. Créeme, lo valen... ¡No me llamaban "Tornado" Bernal por mi forma de atarme los zapatos!- rió.

Le había mantenido la mirada, sin apartarla. Finalmente sonrió. Se puso en pie de un salto, con el puro en la boca. Y el hizo un gesto con la mano para que la siguiera, mientras se dirigía

- ¡Venga! ¡Vamos! ¿No pretenderás quedarte ahí toda la noche, empleado? - dijo, riéndose. Se giró, y la melena se movió con gracia junto a ella. - Bueno, ¿qué es lo que quieres que te enseñe? - se echó a reír - Espero que no sean las bragas, porque lo siento tío, no gasto de eso.

Dicho aquello, comenzó a bajar los peldaños.

Daniel siguió a la chica, tratando de no imaginar si era verdad o no lo que le acababa de decir. Se volvió a felicitar de ser incapaz de enrojecer sin quererlo.

- Bueno, ya hablaremos de eso... cuando llegue el momento - tosió, un poco azorado- me refiero a lo del entrenamiento... no a lo... otro. Erm... podemos empezar por lo fácil. Explícame lo sepas de la política vampírica de Barcelona... ejem... por favor.

Intentó no seguir con la mirada las caderas de Tunguska mientras bajaban por las escaleras.

Sonrió divertida por su travesura y la reacción del Gangrel. Es más, al escucharle hablar de forma entrecortada, se llevó discretamente la mano a la boca, presionando un poco y luego, mordiéndose un dedo para evitar reírse.

Bajó las escaleras, tomándose su tiempo. Una mano se deslizaba suavemente sobre la barandilla, mientras peldaño tras peldaño, iba contoneándose. Al llegar al pie se giró, mirando a Daniel y saltó tres veces. Unos saltitos pequeños, que hicieron que sus pechos se bambolearan arriba y abajo, captando la atención de los varones.

- ¿En qué quieres que te entrene, Daniel? - dijo, con sensualidad. Poco después, se dió la vuelta y se echó a reír.

Daniel aceptó la broma con deportividad. Puso los ojos en blanco y se echó a reír. Había perdido práctica con las chicas, pero se cogía rápido.

- Vale, vale. Está claro que me puedes enseñar muchas cosas que no conozco. Y que te aseguro me encantaría saber. Estoy seguro de que pronto llegaremos al nivel más... físico - intentó ponerse algo más serio- Mientras tanto, puedes empezar por explicarme cómo son las cosas a nivel vampírico en Barcelona. Quién gobierna, dónde, etc. Cuando llegue el momento podemos buscar un sitio tranquilo y practicar alguna que otra... disciplina, o variedad de lucha, o... lo que se te ocurra.

Sacudió la cabeza para apartar los saltitos de Tunguska de su mente. Silenciosamente, volvió a agradecer el control sobre su cuerpo que le daba el haberse convertido en un vampiro.

Willow Walace ingreso de nuevo al cuervo digital, para ver si no encontraba a alguien conocido, como Segio, ya que apenas hace unos dias el habia organizado una reunión de mascaras allí, que por desgracia había terminado mal, pero eso le había demostrado que en aquel lugar se podian reunir vampiros, sin importar la secta o clan al que pertenezcan.

La vampiresa decidio ir vestida como aquella ocasión pero sin mascara, para no llamar demasiado la atención, caminó seductoramente con un ligero contoneo de caderas mientra que buscaba la barra, pero como no sabía como pedir allí vitae, pidió entonces una bebida al cantinero o cantinera con suma naturalidad:

- Buenas noches, me puedes dar un bloody (Berry?) bastante vigorizante para clientes muy .. especiales cariño? Sabre recompensartelo

Nota: Feliz navidad chicos! No les molesta que me integre a su evento?