[Noche 1][Indefinido] Intento de presentación nº1 (cerrado)

Retiró la manguera del depósito. Al fin su preciado cacharro de dos ruedas estaba saciado, y rugiría como siempre al girar el manubrio. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, primero oculto por la capucha de su sudadera y, después, por el casco de la moto. Arrancó el motor, realmente no sabía muy bien a dónde debía ir. No podía negar que aquello le estaba resultando más difícil que de costumbre. No hacía mucho que había arribado a Barcelona después de un largo viaje desde Austria, aún así, esperaba que la carta de su Sire hubiera llegado antes que ella, confiaba en su eficiencia.

Al parecer, el graciosillo de su creador se había permitido el lujo de reírse de ella al no concretarle el lugar exacto de la residencia del Obispo. Sí, claro que le había dicho que un lugar religioso estaba entre sus zonas más comunes de morada, pero como no había cosas de ese tipo en Barcelona... Y, por supuesto, una se mataba a buscarle siguiendo aquella serie de abstractas pistas.

La Sagrada Familia. Era bastante conocida en todo el mundo, había oído hablar de ella -cómo no si la mayor parte de su vida como mortal la había "gozado" en España-. Le echó un vistazo al exterior, era enorme y también extraña. Aún estaba en construcción, y durante breves instantes dudó de que realmente el Obispo Sabbat se refugiase en un lugar tan visitado por turistas y obreros diariamente. Así pues, desistió de su idea de arriesgarse a entrar en la gran edificación. Volviendo al pequeño maletero de su vehículo y echándole un último vistazo a una de sus preciadas mascotas, se subió nuevamente sobre la silla y buscó, bajo las luces de la ciudad, un pequeño mapa de esos que suelen dar gratuitos en los puntos de información, quizás allí encontrase lo que realmente quería averiguar.

-Españoles...- gruñó al verlos pasear por las calles. No podía odiarlos más.

Spoiler:

off: haz una tirada de Inteligencia, a ver si encuentras una más fácilmente.

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"Pss busquemos uno de esos lugares" es lo unico que se te ocurre para encontrar un mapa de la ciudad, era dificil encontrar un establecimiento abierto a esas horas de la noche pero el intento seria entretenido.

Despues de muchas vueltas por la ciudad llegaste al centro, el distrito de Gracià, en el barrio Gotico, lugar de frecuente transito de turistas, que en ese dia abundaba debido a que era fiesta nacional. Pudiste ver uno de esos kioskos donde dan información en La Rambla, rápidamente te acercaste pero estaba cerrado... tu gozo en un pozo... siempre habria un lugar mejor donde buscar o quiza podrias habria a hostias el tenderete y llevarte un mapa.


off: si eliges buscar otro sitio tirada de Inteligencia, si eliges romper el kiosko destreza+Fuerza.

¡¡Mierda!!, pensó apretando con fuerza su mandíbula. Entonces, tras mirar de reojo de manera casi inconsciente que no pasara nadie por allí en aquel momento -no quería más problemas con la policía nada más llegar al país-, golpeó sin dudar ni un sólo instante el cristal de uno de esos kioskos. Era lógicamente imposible que algo así tuviese alarma, ¿para qué?, pensaba. Además, se le estaba acabando la paciencia.

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Al golpear el cristal puedes ver como le sale alguna grieta, pero no llega a romperse, sin duda esta a punto de ceder pero algunos curiosos empiezan a mirarte, algunos llevan el movil en la oreja pero ¿con quien estaran hablando?

off: tienes las mismas opciones de antes.

¿Qué le estaba pasando aquella noche? No daba ni una. Puede que estuviera demasiado concentrada en otras cosas, pues no se creía que una grieta fuera lo único que hubiera logrado hacerle al cristal. Maldijo todo, y también a aquellos que la miraban. Debía salir de allí pronto si no quería llamar más la atención, podría largarse y dejar que los transeúntes pensaran que únicamente se trataba de un simple arrebato de ira. Así pues, decidió volver a intentarlo de la otra manera, y es que estaba visto que aquí la gente era demasiado delicada en cuanto a temas de violencia.

Pero qué hartita me tenéis..., pensó una vez más.

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Despues de ver el pequeño revuelo que se había formado a su alrededor, si que nadie llegara a acercarse a ella Cristina penso una mejor manera de encontrar esa informació, al cabo de mucho pensar én su cabeza se le ilumino una bombillita... "En una marquesina de autobús".

Seria dificil encontrar una marquesina en esa calle pero no en otra con calzadas mas anchas donde mas gente esperara el autobús, montada en su vehicuo Cristina se movió por distintas calles hasta que encontró una cerca de la Plaza Cataluña, det´ras de la marquesina habia un mapa tras un cristal con los recorridos de los distintos autobuses que pasaban por alli remarcados en un mapa de la ciudad, no era fácil encontrar las edificaciones pero allí estaban todas las cosas importantes de Barcelona.

Iglesias, basílicas, catedrales, templos... ¿Por qué tendría que haberle tocado una ciudad tan grande? Tenía de todo, y no sabía por dónde comenzar. Pensó entonces en la grandeza del Obispo, en que, seguramente, no habría escogido sino un lugar grande y majestuoso que aumentase su presencia y magnificase su poder.

Ya había visitado una de aquellas catedrales, La Sagrada Familia, esa por la que había desistido de entrar finalmente. Cristina refunfuñó, y permaneció mirando fijamente el mapa durante largos minutos, tiempo que le sirvió para memorizar la mayoría de las ubicaciones de aquellos lugares religiosos, y momento en el que se le encendió una vez más aquella bombillita interior.

Un lugar apartado de la ciudad era la mejor opción de refugio para alguien que tanto representaba. ¿Y cuál era el más alejado dentro de aquel mapa? Un gran templo situado en una montaña, cerca de algo llamado Tibidabo, cosa que, sin saber por qué, le traía a la mente la imagen de unos niños. Puede que fuera por aquel nombre tan rebuscado. Pero no estaba segura, así que decidió hacer una rápida visita sobre la moto a aquellos templos, basílicas o iglesias más apartadas del centro urbano y que más importantes o grandiosas fuesen, trazándose un recorrido mental que la llevaría finalmente al Templo Expiatorio del Sagrado Corazón.

El camino hasta la Iglesia del Sagrado Corazón era complicado, fácilmente te perdiste por el camino, aunque con tu nueva idea de ir mirando marquesinas de autobús pudiste ir orientandote, al llegar al monte Tibidabo cogiste el único camino que llevaba a la Iglesia, al llegar arriba viste una señal que prohibia el paso a todo aquel que no fuese residente o que no fuese de servicio público (excepto taxis), decidiste saltarte aquella señal.. total quien te lo iba a impedir?

Al llegar a la plaza pudiste ver varios establecimientos, un teleferico, un restaurante, incluso un parque de atracciones, pero a lo que venias estaba alli, el Sagrado Corazón



Imponente se mostraba ante ti, era hora de ir a saludar al Obispo.

'Que les den', podrían haber sido las palabras que pasaron por la mente de Cristina cuando vio aquel cartel, suficientes vueltas había dado ya como para ahora tener que bajarse de la moto y subir caminando. Además, no podía dejar a su pequeña sola en el maletín de la moto. Lo primero que hizo nada más llegar fue aparcar la moto en un sitio algo rebuscado intentando no llamar demasiado la atención, abrió el maletero y sacó con cuidado a su graciosa boa tornasol. Era de ese tipo de serpientes que cuando crecían podían volverse enormes, aunque esta era más bien pequeña al ser sólo una joven cría, y solían matar a sus presas enrollándolas con sus anillos. Pero ahora estaba con "mami", y no tardó en esconderse dentro de la sudadera de su dueña buscando algo de calor corporal.

Ellas eran los únicos seres que merecían su respeto, las serpientes. Desde muy niña, había sentido una tremenda devoción hacia aquellos reptiles tan parecidos a ella. Sonrió y sus colmillos quedaron desnudos entre la comisura de los labios, era la hora de presentarse ante el Obispo, el momento de llenar los oídos de esa persona con palabras rebosantes de educación y promesas de fidelidad, juramentos que, por supuesto, siempre cumpliría.

Caminó a paso ligero hacia las puertas del templo, se detuvo y las contempló durante breves instantes dudando entre si lo mejor sería tocar o pasar sin preguntar. Y como su Sire le había enseñado que en aquellos casos la cortesía era primordial, decidió llamar a las puertas de la iglesia en caso de encontrar algún timbre o el típico mango ornamentado que se golpeaba contra la madera.

En las puertas no habia ningun tipo de timbre ni objeto para llamar, asi que decidiste golpear con tu puño varias veces la madera "toc toc toc".

Nadie contesto a la llamada asi qeu volviste a repetir "toc toc toc" , al ver que seguis sin respuesta optaste por intentar abrirla pero estaba cerrada, asi que solo quedaban dos opciones intentar tirarla a abajo o subir por unas escaleras laterales que habia a ambos lados de la puerta.

-Maldita sea, ¿una intenta ser educada y encima se dan el lujo de pasar de ella?- se quejó optando por usar las escaleras.

Ladeó la cabeza observándolas, ¿cuál escogería? 'Pito, pito, gorgorito...'. La de la derecha. Encogiéndose de hombros, encaminó sus pasos hacia aquella escalera lateral del templo. Mientras tanto, arreglaba un poco la capucha de su sudadera como si de su propio cabello se tratase. No se descubriría hasta estar junto al Obispo, por su propia seguridad.

Al subir por las escaleras pudiste ver una especia de Confesionario algo grande al hacer el recodo para seguir subiendo.

Poco después llegaste a una gran esplanada, la terraza de la iglesia. Una amplia terraza que estaca cercada por piedra ornamentada y por una barandilla.

Al fondo de esta en el punto más lejano de la misma se situaba la figura de un hombre, un hombre encapuchado con una larga capa que le cubria el cuerpo entero, parecia un monje. Es más puede que fuese el monje encargado de la iglesia... quien sabe.

Cristina entrecerró la mirada fijándola sobre el cuerpo que se encontraba frente a ella, despaldas a su presencia. Dudó durante varios instantes sobre si debía acercarse o no, así que optó por hacer algo medio. Avanzó unos pasos y se detuvo inclinándose suavemente, con respeto y cierta confusión.

No sabía a qué se enfrentaba. Desconocía si realmente tenía ante sus ojos al Obispo, si se trataba de un humano más o de qué sería capaz. Y la Cobra, con su repulsiva apariencia, no podía hacer más que intentar no asustar a quien se hallaba a escasos metros de ella.

-Buenas noches, mi señor- pronunció suavemente. ¿Quizás debería haberlo llamado "Padre"?.

- Buenas noches. - Dijo el hombre que aun permanecía de espaldas - Presentate. - La voz fria y abrumadora de aquel hombre te hizo presentir que tras él se escondia un gran poder.

-Mi nombre es Cristina, Cristina Maier. Enviada de Austria y recién llegada a la ciudad, vengo a presentarme ante nuestro gran señor Iliarte-.

Hablaba de "nuestro gran señor" aunque no la acompañase nadie, pues se refería a todo el Sabbat. Se mantenía inclinada, mostrando todo su respeto ante aquel hombre desconocido del que manaba tanto poder. Mientras tanto, la pequeña boa se entrelazaba en su cintura subiendo lentamente hasta el busto sin atreverse aún a asomarse.

- Me gusta eso... Nuestro Gran Señor Iliarte - dijo sin que supieras si era una ironia o la realidad - Pues tienes el honor de estar ante él, y una vez presentada no tengas miedo a comentarme los motivos de tu venida. - parecia que la habia caido bien, ni el propio Obispo se libraba de un buen humor despues de unas buenas alabanzas.

Cuando le aseguró estar frente al mismísimo Obispo de Barcelona, no sólo no dudó de él en ningún momento, sino que terminó por arrodillarse ante su presencia. Cristina sentía una gran devoción hacia el Sabbat y todo lo que ello suponía.

-Mi señor...- pronunció como señal de respeto y cierta sumisión, que ya era algo difícil de encontrar en ella -Hace algo de tiempo mi Padre envió a vuestra excelencia una misiva en la que especificaba los motivos de mi llegada, o más bien dicho, de mi envío a esta magnífica ciudad-.

Cuando hablaba de su Padre obviamente se refería a su Sire, aún llamándolo de forma fraternal lo seguía tratando con sumo respeto. También trataba de "vos" al Obispo, parecía haber sido especialmente adiestrada para aquellas ocasiones.

Alzó entonces sutilmente el rostro, si el hombre se fijaba en ella podría ver la gran cantidad de heridas abiertas que, aunque no sangraban, llenaban una faz que antaño había sido hermosa, y que era adornada misteriosamente por unos ojos de un color insólito y casi lechoso cual verdadera serpiente. Además, entre sus labios, se asomaban dos afilados caninos que le eran imposibles de ocultar.

-La principal razón de mi arribo a Barcelona no es sino servir con total fidelidad al Sabbat de aquel país en el que nací, aún así, debo confesaros que también me mueven algunos motivos personales que algún día lograré efectuar. Pertenezco al clan Serpiente de la Luz, mi señor, y estoy aquí para purgar la ciudad de aquellos impuros que, tanto humanos como vampiros, infestan nuestras calles con su sucia palabrería e indecorosos actos. Pongamos a la Camarilla, como ejemplo-.

Hubiera besado sus manos e incluso sus pies de habérselo permitido. Era una leal seguidora de aquella oscura facción.

El Obispo se dio la vuelta y se acerco a ella posando una mano en su cabeza de forma fraternal.

- Tus motivo tengo en aquella misiva, pero de tu boca queria escuchar. Pero no te preocupes, tus palabras ya son suficientes, en cuanto a tus motivos personales... todos tenemos los nuestros ¿verdad?. Mientras que respeten al Sabbat y a mi persona eres libre de actuar por Barcelona. -

El Obispo paro de hablar para darse la vuelta de nuevo y dirigirse a la barandilla para contemplar de nuevo a Barcelona - Dime joven, ¿tienes un refugio en esta ciudad? -

Se sintió honrada al sentir la mano de tan ilustre persona sobre su cabeza, entonces, al verle marchar una vez más, retiró al fin la capucha de su sudadera dejando a la vista sus lacios y largos cabellos negros. Suavemente, se incorporó sobre sus pies.

-Aún no, mi señor, y las pocas pertenencias que poseo ya están de camino. He de buscar rápidamente un refugio para mí y mis pequeñas antes del amanecer-.

Hablaba tan cotidianamente de ellas que ni había caído en la cuenta de que no hubo especificado qué eran exactamente sus "pequeñas". Probablemente fuera algo que llamase la atención del Obispo.

- Por el refugio no te preocupes joven, es algo que puedo proporcionarte, aunque no puedo obligarte a convivir en él. Pero dime, que son esas "jovenes" a las que te refieres?... aunque puedo hacerme una idea - añadio en voz baja el Obispo al concluir.