-Oh, disculpad, se me había olvidado- pronunció antes de darse unos suaves toquecitos en el costado.
Al cabo de varios largos segundos, una cabecita alargada de tamaño mediano se asomó por el cuello de su sudadera.
-Os presento a una de mis chiquillas, excelencia, es una boa muy joven aún, por eso es más bien pequeña- dijo. Luego, pareció dirigirse a ella -No seas maleducada, saluda a nuestro Obispo-.
En ese momento, la serpiente dejó ver su lengua asomarse entre la comisura de la boca. Ellas eran las únicas que merecían el cariño que Cristina no podía dar a otros seres por su misántropa naturaleza, además de su chocante apariencia.