[Día 2 - Parc de la Ciutadella] Conociendo a la pequeña Mireille(Verónica y Marco)

Marco caminaba con paso ligero por el distrito de la Ciutat Vella, mientras huía del lugar cercano del golpe. Sabía que tarde o temprano, alguna patrulla llegaría al lugar del delito y que lo más inteligente era permanecer lo más lejos posible de la zona, algo que sus más básicos instintos le instaban a hacer.

Mientras paseaba en soledad por las vastas calles de aquella enorme urbe, decidió guardar en el interior de la mochila los oscuros guantes y la gorra, dejando que aquella brisa nocturna meciera sus cabellos. Aquel Lasombra andaba con aire distraído sabiendo que todavía tenía noche de la que disfrutar y no se dio cuenta que poco a poco se iba adentrando en un verdadero paraje verde. Entonces, Marco se paró y durante unos segundos admiró una majestuosa visión que había tomado forma ante sus ojos, como si por arte de magia, hubiera parecido ante él.



Un magnífico estanque surgido como del palacio de uno de los jardines de la monarquías europeas, se mostraba en todo su esplendor, rodeado de estatuas de dragones que parecían custodiar la entrada a un mundo onírico. El reflejo de las aguas mostraban como Realidad y Fantasía parecían fundirse en una delgada línea. De fondo se podía apreciar como un Arco del triunfo muy similar a su breve estancia en París, en la que cuatros caballos se mostraban altivos e imponentes y varias estatuas que desde aquella distancia, Marco no pudo apreciar por completo.

Justo cuando se aproximaba para verlas, se dio cuenta de que una niña de cabellos dorados parecía jugar inocentemente cercano al borde del estanque y a no mucha distancia de esta, un grueso hombre de mediana edad la acechaba con mirada poco apropiada. Marco se fue acercando con suficiente sigilo, mientras el hombre apoyado sobre uno de los árboles de la arboleda, miraba a la pequeña. El cabello de él, eran algunos mechones con los que pretendía ocultar una incipiente calvicie, era graso y pegado al casco. Sobre su gruesa y aporrinada nariz posaban unas feas gafas con cristales gruesos. Su rostro era desagradable a la vista, completamente sudoroso, y mal cuidado, por debajo de una horrible camisa de cuadros sobresalía parte de su abdomen. Pero a él, lo que más le desagradaba era aquella mirada, no veía que era sólo una niña sola y perdida a altas horas de la noche, como podía sentirse excitado por un cuerpo que aún no se había desarrollado y que estaba en pleno florecimiento. Sabía que no debía intervenir, pero su ya pasada moralidad le incitaba a ello y por desgracia, en aquella ocasión, obedeció a su consciencia.

Cuando, la fría mano del Lasombra se posó sobre el cuerpo de aquel pervertido y despreciable humano, este pegó un sobresalto y se mostró con aire ofendido, mientras mis ojos no podían evitar de fijarse en una doble papada que tenía bajo el mentón.

-Que susto, por Dios... dijo con voz nasal y ciertamente gangosa, mientras aquellos diminutos ojillos lo miraban a través de los cristales ...anda, amigo, sigue tu camino, seguro que tienes cosas mejores que hacer... dijo mientras su mano se dirigía hacia el hombro del cainita.

-Ni se te ocurra tocarme y menos aún llamarme amigo... dijo con voz fría y seca aquel joven italiano, mientras endurecía su verdosa mirada y no se coartaba en demostrarle su total desprecio.

-Venga tío, sigue tu camino y deja disfrutar a los demás, acaso es tu hermanita... no lo creo... dijo fijándose en mis oscuros cabellos.

-No, imbécil, es mi prima pequeña, llevo toda la santa noche buscándola... comento Marco mientras su mano izquierda se aferraba en forma de garra sobre el cuello grueso y pegagoso de aquel pedófilo ... así que, te doy dos opciones, te largas o te prometo que mañana la policía tiene que sacar el cuerpo de un apestoso gordo ahogado... ¿lo has entendido?

Algo tuvo que inspirarle el suficiente miedo, quizás mi oscura naturaleza era difícil de ocultar o quizás aquel tipo de personas siempre habían sido unos cobardes, la cosa es que salió corriendo alejándose todo lo que pudo de allí. Él no lo sabía, pero hoy podía sentirse orgulloso de ser un gallina y haber huido, sino... aquella amenaza se hubiera convertido en un hecho.

Marco se aproximó de nuevo hacia el estanque y junto a una barcaza cercana al borde, vio como la chiquilla chapoteaba en el agua, inconsciente de lo que había sucedido allí.



-Hola, pequeña, ¿estáis bien? dijo con voz cálida y tierna aquel atlético hombre de oscuros cabellos y mirada verde-esmeralda.

Mireille levantó sus grisáceos ojos almendrados de los nenúfares del estanque con los que había estado jugueteando. Un joven de cabello oscuro y ojos verdosos le hablaba, con aspecto de modelo.

Se giró hacia donde antes había estado el humano, el que parecía que acababa de auyentar aquel joven. Le miró, con una nota de dulzura en sus ojos, mientras sus labios de muñeca esbozaban un puchero.
-No tan bien... Me has auyentado mi cena.

Cuando la niña pudo apreciar el rostro de aquel joven,advirtió que era como el de aquellos modelos que aparecían en los anuncios de colonias. Su barbilla estaba finamente recortada, sus labios eran carnosos y su nariz recta, perfecta como la de aquellas esculturas griegas de los museos. Sus largos cabellos oscuros y sedosos, caían graciosamente sobre su cuello y su sonrisa era encantadora. Al igual que la pequeña sus ojos eran almendrados pero de un vivaz tono verdoso.

Marco vio el dulce rostro de aquella muñequita de porcelana y en parte sintió tristeza por la pequeña. En ocasiones, algunos cainitas tenían un peculiar y cruel sentido del humor, a esa niña la habían privado de por vida, el desarrollarse y crecer, ahora estaría encerrada de por siempre en aquel diminuto cuerpo.

-Lo siento, pequeña... dijo entristeciendo la mirada ... pensé que ese hombre malo te quería hacer algo... sólo pretendía ayudarte... comento poniéndose de cuclillas para ponerse a su altura y tratar con lo que sería aquella infantil chiquilla.

Enarcó una ceja, evidentemente confundida. Mientras miraba al joven con desconfianza.
-¿Hombre malo? Yo hablaba del pececillo -indicó, señalando con su manita los peces naranjas que nadaban en el estanque.

Marco se sintió estúpido al ver que la joven chiquilla no se había dado cuenta del pedófilo y sonriendo le quitó importancia al asunto. Ahora estaba dudoso de si era una de sus iguales, quizás se equivocará, aunque lo dudaba. Pero aún así, debía ser precavido.

-Ahmmm, no os preocupéis, preciosa, era un hombre que solo os quería dar un susto, pero ya se lo he dado yo a él... dijo mientras se mostraba con un rostro tierno y agradable y hacia gestos con las manos como diciendo y menudo susto que le he metido. El Lasombra sabía que no podía acercarse mucho más al borde del agua o la niña se daría cuenta de que no emitía reflejo alguno, así que decidió hablar un poco más con ella.

-Por cierto... dijo con voz alegre mientras permanecía en cuclillas ... como se llama esta bella princesita que está sin sus papis a estas horas de la noche...

Ella se rió, divertida, con una risa cantarina y musical. Se podía apreciar que era fácil para ella, como si siempre estuviera feliz.
El joven se puso en cuclillas y Mireille quedó a su altura, así era más fácil ver como era.
-Me gustan tus ojos, son azules, ¡como los míos!-comentó, entusiasmada, cuando se fijó en él, ahora que estaba más cerca, mientras le señalaba con un dedito lo suyos, para que pudiera ver que también eran azules.

-Me llamo Mireille, monsieur. Es un placer. -musitó, mientras se levantaba un poco para hacer una reverencia y volvía a colocarse como antes. Se notaba que debía haber recibido una exquisita educación, algo no muy común en la sociedad actual. -Mi padre ha ido a hablar por teléfono -indicó, mientras señalaba con su pequeña y nívea mano hacia las luces más lejanas, de modo disperso. -¿Y tu papá?

Marco miraba a aquella niña que era pura candidez e inocencia. Su rostro pequeño y delicado parecía estar siempre inmerso en una continua felicidad y su mirada brillaba con un eterno entusiasmo. Sus pequeños deditos señalaban la tonalidad de sus ojos y Marco se dio cuenta de que la pequeña no había visto bien sus iris, así que se acercó un poco a ella.

-Bueno, son casi iguales, pero los míos son más verdosos... dijo mientras esbozaba una sonrisa y ponía su mano con la palma hacia arriba y la extendía frente a la pequeña que hablaba con exquisitas formas.

-Enchanté, mademoiselle... dijo haciendo una cortés reverencia con la cabeza ... y mi padre no está aquí, vengo desde muy lejos... dijo haciendo un gesto con la otra mano, como si indicará demasiada distancia ... por cierto, acaso sois de la realeza, vuestro aspecto es el de una futura reina y vuestros modales verdaderamente exquisitos.

Se llevó las dos manitas a su carnosa boca, mientras reía con delicia. -No, no. Son azules. Totalmente además. -aseguró, entre risas, mientras se acercaba y los miraba atentamente, con seriedad, para volver a firmar y volvarse de nuevo en las risas.

Negó, feliz, se veía encantada.
-Soy una reina destituída. Soy Marie-Antoniett. -afirmó, con dulzura, mientras lo miraba con curiosidad.

Marco sonrió ante las dulces palabras de aquella pequeña. Realmente no entendía porque seguía manteniendo que sus ojos eran azules, pero si así le gustaba a Mireille para que contrariarla.

Entonces escuchó lo de Marie-Antoniett y su cabeza se ladeó levemente, intrigado ante aquellas palabras. Porque decía aquello, acaso lo comentaba en broma, o eran esas idealizaciones que se hacían los niños cuando aún eran pequeños, aún así, soltó una pequeña carcajada.

-Entonces, mi querida Reina, si me permitís... dijo mientras abría la cremallera de la mochila y metía la mano ...dejadme que os entregue la llave de vuestro reino...comento con mirada traviesa y pareciendo ocultar algo en la mano que había escondido

Siguió la mano del joven con curiosidad.
-¿La llave de mi reino? ¿Es una cabeza? -inquirió, seriamente, mientras miraba la mochila. Levantó de nuevo sus ojos y miró los verdes del joven.
-Y vuestro nombre es...

Los ágiles dedos de Marco rozaron aquello que había encontrado y que tanto se aproximaba a ella. Sus palabras no tenían sentido alguno para él, pero también es cierto que cuando se hace uno adulto, olvida todas aquellas fantasías que forman parte de los primeros años de vida.

Así que sacando rápidamente la mano de la mochila, tomó con delicadeza las de las niñas y le dejo algo frío, redondeado y pequeño entre las pequeñitas de ella.

-La llave de vuestro reino es vuestros ojos... dijo con una amplia sonrisa, mientras entretenía a la pequeña hasta la llegada de su padre ... yo sólo fui un caballero que la consiguió.

La niña miró el regalo, sin entender.
-¿Y como se puede recuperar alguien sin su cabeza? -inquirió, dudosa, sin abrir las manos pero sabiendo que una cabeza no era tan pequeña.

Empezó a abrir, las manos, pero mirándole fijamente a él.

Las manos de Marco se deslizaron con delicadeza para dejar que la pequeña descubriera la sorpresa. Pero en aquellos movimientos había descubierto una verdad, la niña era cainita como él. Durante aquellos pequeños instantes que había mantenido las manos sobre ella, no había captado pulso alguno. Sus sospechas estaban confirmándose poco a poco y entonces, algo brilló en su mente, sus palabras eran caóticas y sin sentido, no sería acaso una hija de Malkav... por su bien y su cordura, deseo que no.

Cuando los pequeños dedos se separaron por completo, un pequeño zafiro del mismo color que los ojos de Mireille, reflejaba el brillo de los pequeños focos que alumbraba aquel lugar.

Mireille dejó caer sus ojos sobre el regalo.
-¡Oh, un caramelo! Gracias. -afirmó, mientras se lo metía a la boca. -Mmh...¡Delicioso!

Le miró,sonriente.
-¿Y vuestro nombre, monsieur?

-Mi nombre es Marco... dijo el Lasombra mirándola con cierta cara extraña ...y eso, pequeña, no es un caramelo, es un zafiro y es para guardarlo en una cajita.

Definitivamente no comprendía quien podría abrazar a una chiquilla de cinco años, había que ser alguien muy enfermizo para cometer semejante acto.

-Por cierto, Mireille, ¿que edad tenéis? dijo intrigado por averiguar algo más de aquella prepuber.

Le guiñó un ojo, juguetona, mientras se sacaba el zafiro de la boca.
-Lo sé.

Le miró, con una amplia y dulce sonrisa.
-Cinco, ¿y usted? Debe ser una persona bastante rara para ir dándole zafiros a la gente por que sí... Supongo que se siente aislado en su mundo. Pero no intente comprar mi compañía, no pensaba moverme. -afirmó, con aquella sonrisa fría y deslumbrante a la vez.

Aquel hombre escuchó las palabras de la niña y soltó una pequeña carcajada. No podía ser, aquella niña hablaba como una madura mujer de al menos su edad aparente.

-No pretendía comprar vuestra compañía... dijo hablando con voz dulce, mientras su dedo índice negaba aquellas palabras ...simplemente me gusta hacer regalos a las niñas tan simpáticas y lindas como tú... dijo guiñándole un ojo, mientras se ponía de pie.

-Y en cuanto a mi edad,yo tengo 20 años más que tú, o acaso no los aparento... dijo mientras se giraba para mostrar su perfil y miraba de soslayo a la pequeña, a la espera de alguna nueva ocurrente respuesta.

Ella sonrió, mientras volvió a mirar el zafiro.
-Entonces monsieur, me temo que no deseo vuestro regalo. No quiero que me de lo mismo que le da a todas las demás. Además, debe gastar mucho dinero. De niñas simpáticas y lindas está el mundo lleno. -comentó, burlona y dulcemente a la vez.

Miró al joven girar, mientras ladeaba su cabecita de un lado a otro.
-Si, los aparenta. Pero bien pueden ser una apariencia tan falsa como la mía.

-Así es, de niñas lindas y simpáticas está el mundo lleno, pero por desgracia en algo sois única... dijo mientras desviaba su mirada hacia ella y sonreía con picaresca ... eres la única chiquilla que está sola a las cuatro de la mañana, me temo que no esperáis a ningún padre, igual que yo no espero al mío...

Claramente, la niña era consciente de su verdadera naturaleza, así que para que ocultar lo obvio.

-No sé, Mireille, seguro que nuestras apariencias son puras ilusiones... ya que si es así, eso sólo se puede demostrar de una manera, viendo el reflejo de nuestra alma, ella nunca os podrá mentir... dijo mientras sus ojos se posaban sobre el reflejo de aquellas aguas ...asomaros a ese espejo natural y decidme que es lo que veis...

Su mirada verdosa parecía ocultar algo, pero sólo la mente de Marco sabía el qué.

Ella miró el agua, divertida.
-Lógicamente, me veo a mí. Ni más ni menos. O quizá pensárais que no debo verme.¿Por qué no os miráis vos? ¿O teméis ver algo distinto a lo que yo veo?

-Entonces, ambos sabemos la verdad... dijo de forma enigmática, mientras sonreía ... nuestras apariencias son verdaderas, si os habéis visto tal cual como sois, porque yo no iba a verme tal cual como soy....

Marco en aquel instante, dio un paso atrás y miró hacia la lejanía de aquel parque.

-Queréis venir, Mireille, me apetecería ver todo este lugar... dijo mientras extendía la mano, para animar a la jovensísima cainita a que la acompañara en aquel paseo.

Asintió vivamente, con avidez. Se notaba que aquello le gustaba. Se irguió con pequeña estatura, mientras sacudía graciosamente elpolvos de sus zapatitos negros de charol.

Le tendió la mano, mientras sonreía.
-Es un parque muy bonito. Hay un amanecer precioso desde aquí.

Marco tomó la fría mano de la pequeña y ambos se pusieron a caminar por aquel parque como si tuvieran algún tipo de parentesco, bien podría decir que aquella era su hija, aunque los rasgos de ambos no fueran totalmente identicos.

-Algún día me enseñáis un bonito amanecer... dijo mirando hacia abajo y al lado , para poder apreciar a la pequeña que caminaba a la par ... pero será otro día, mañana tengo que hacer muuuuuchas cosas... dijo con una perfecta sonrisa en sus labios.

Cuando su rostro se giró Marco, vio una explanada del parque, en el cual habían dejado varios pianos para que la gente los tocará. Como si fuera una pequeña exposición de arte itineraria.



-Ven, vamos a tocar algo... dijo apremiando el paso para dirigirse hacia uno de aquellos pianos que hacía mucho que no veía y los cuales estaban solos bajo el amparo de la noche.

La niña caminaba feliz de la mano de Marco, sonriente y andando a trompicones.
-Sí, claro. Pero si no te importa, preferiría no acompañarte. Ya sabes, por lo de ser una insensatez -expuso, despreocupadamente, mientras sonreía.

Se quedó extrañada ante los pianos en medio del parque. Demasiado insólito.
-Yo... -titubeó un momento -No sé tocar. Nunca acabé las clases.

-No te preocupes, princesita... comento con tono calmado viendo que la pequeña se mostraba insegura ...yo tampoco acabe jamás las clases de piano, sólo me sé una canción y hace mucho que no la practico... dijo sonriendo a la pequeña.

Entonces, se dirigió hacia el piano y tras separar la banqueta y colocarse, giró su cuello hacia atrás e hizo un gesto de invitarla a que se sentará a su lado.